jueves, 7 de abril de 2011

Una corona de flores en Ciudad Juárez

     Ciudad Juárez es una ciudad situada en el norte de México, junto a la frontera de Estados Unidos. Tiene 1.300.000 habitantes. En esa ciudad, del Estado de Chihuahua, vienen sucediendo desde hace dieciocho años unos hechos no por deleznables menos denunciables, no por repugnantes menos indignantes.

      He de confesar que las primeras noticias que tuve de lo que estaba sucediendo en Ciudad Juárez fue en 2004. LLegaron hasta mí algunas informaciones que me parecían sencillamente increíbles. En el I Congreso Español de Criminilogía, que se celebró ese año en Salamanca, asistí con interés y curiosidad a una ponencia que se impartía sobre este asunto. Poco a poco me fui interesando en lo que estaba sucediendo en esa ciudad mexicana y, definitivamente, cuando mi interés y mi sensiblidad se desbordaron fue cuando leí "2666" la magistral novela del escritor chileno tristemente fallecido Roberto Bolaño.

     En 1993 apareció en Ciudad Juárez el cadáver de una niña asesinada. Se llamaba Alma Chaviera y era de extracción humilde. Desde entonces y hasta ahora han aparecido los cadáveres de más de tres mil mujeres asesinadas. Los crímenes no han sido resueltos. El modus operandi de los crímenes es siempre el mismo: secuestro, tortura, mutilaciones (generalmente en los senos), violación y muerte por estrangulamiento. El perfil de las víctimas coincide casi miméticamente: hembras de entre 10 y 35 años de edad, pobres, de clase obrera, de corta estatura, morenas y con el pelo largo.

     La Procuradoría General de la República de México no ha conseguido frenar esta sangría de "feminicidios". Sí, han practicado algunas detenciones, como la de la banda de "Los rebeldes", la de Sharif Sharif, la de Jesús Gallardo "El Tolteca" y la de la banda de "Los chóferes". Pero los asesinatos se siguen cometiendo. No hay que ser excesivamente perspicaz para llegar a la conclusión de que no se presta el menor interés desde las autoridades para terminar con este baño de sangre y degradación. En 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró al Estado de México responsable de la muerte de ocho mujeres por "falta de investigación adecuada". Aministía Internacional y otras ONGs de carácter local denuncian la execrable situación pero no encuentran respuesta por parte de nadie. La comunidad internacional nada dice al respecto. Y las mujeres siguen siendo secuestradas, torturadas, violadas, mutiladas y asesinadas.

    El perfil criminal de estos asesinos responde a lo que Robert Ressler definíó como "asesinos por diversión" (spree murders). Desde hace ya varios años se maneja la idea por parte de las víctimas de que los criminales deben ser gente poderosa económicamente con influencias que se extienden quizá hasta más allá de la frontera con Estados Unidos y que deben contar con la siniestra colaboración de políticos y policías.

    Me parece sencillamente deleznable que en pleno siglo XXI y en un estado como México, miembro del G-8 y con una tradición democrática que ecuentra su origen en el derrocamiento de Porfirio Díaz hace casi cien años, esté sucediendo esto. Cierto que México en general y Ciudad Jurárez en particular vienen padeciendo una ola terrible de homicidios relacionados de una o de otra manera con las mafias del narcotráfico. Pero ello no es óbice para que de una vez por todas se haga justicia, se detenga a los sádicos asesinos de niñas, adolescentes y mujeres cuyas únicas culpas consisten en ser mujeres, vivir en Ciudad Juárez y ser de baja extracción social. Demos todos de una vez un puñetazo en la mesa para que se haga justicia.

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